19/abr/2022 - RESEÑA EN ESTADO CRÍTICO. POR JUAN MANUEL PRIETO
Juan María Prieto ha escrito una verdadera pieza poética, profunda y vivida, que apuesta por las claves existenciales del volumen. Es un tópico ―y como todos los tópicos lo es porque funciona― que parte de la mejor escritura vienen a hacerla los buenos críticos.
Consigno aquí algunas de las frases que me han llamado especialmente la atención:
"En el libro, el paso de las horas se plantea como un horizonte necesario en que el verdadero desafío es la comprensión de la realidad, todo ello a través de la predisposición observante del sujeto poético."
"Pablo Luque utiliza como pretexto el huso horario para iniciar un recorrido cronométrico por su mapa vital, impulsándose a veces en lo anecdótico otras en lo trascendente de una existencia que pretende aprehender en el ejercicio de su voz".
"Luque Pinilla apunta a la conmoción como verdadera materialidad de ser humano, siente el dolor o la sublimación a través de los sentidos, una victoria frente a ese tiempo plano e irremediable que mueve el mundo. De tal modo, el yo lírico transita los minutos desde una austeridad y estado emocional que le permiten estar en condiciones de observar la esencia de las cosas".
"Hay una física indudable hacia la verdad de las cosas, una voluntad intrínseca en el sujeto lírico, desplegar ese mapa en que se conjugan la palabra y el tiempo".
"Si hay un triunfo en este periplo geofísico y estético es el descubrimiento de una vivencia terrenal desde el tiempo y para el tiempo, más allá de la herida o de los límites de la materialidad."
¡Muchísimas gracias Juan María Prieto!
Cartografía emocional
Por Juan Manuel Prieto
Existe un lenguaje incógnito en los mapas, el grito cardinal de un ser en mitad de una urbe, meridianos que nos sitúan en un mundo con frecuencia hostil, un punto del globo terráqueo donde nos estremece el sol con la caricia o el abandono preciso de cada día. En este silencioso movimiento el ser humano es un agente minúsculo en la existencia, aunque se atreve a gestar una lucha íntima contra el tiempo. Solo el yo lírico es capaz de detener el mundo, más allá de su consustancial rotación, porque la palabra se revela como una coordenada de trascendencia similar a la del tiempo o el espacio.
Greenwich es la última obra de Pablo Luque Pinilla, publicada por Algaida Poesía, y merecedora del 44º Premio Literario Kutxa Ciudad de Irún. En el libro, el paso de las horas se plantea como un horizonte necesario en que el verdadero desafío es la comprensión de la realidad, todo ello a través de la predisposición observante del sujeto poético. Encontramos, efectivamente —como se adelanta en la introducción—, una pulsión poética casi ritual, donde los acontecimientos de la cotidianeidad se relacionan con las palabras en una relación necesaria y simétrica. En el despertar de la voz poética, «la luz reflejada» y, ya en sus primeros pasos, un anhelo de intelección que solo se materializa en la metáfora: «Hemos venido a buscar sentido al comenzar el día/ como la cierva del salmo busca las corrientes». Pablo Luque utiliza como pretexto el huso horario para iniciar un recorrido cronométrico por su mapa vital, impulsándose a veces en lo anecdótico otras en lo trascendente de una existencia que pretende aprehender en el ejercicio de su voz: «De él surge cuanto existe;/ el álgebra que admiras, su nítida estructura poblando tu silencio».
El sujeto poético acompasa su ritmo al del mundo a través del verso, desde el sonido del despertador, con la rutina laboral («8:30»;), en la contemplación de lo cotidiano («10:10» o en ese lenguaje tan natural como secreto que pronuncia el mundo, por ejemplo, la lluvia («11:55»;). En cada acontecimiento el poeta revela el dinamismo y la finitud de un tiempo que, a pesar de nuestra percepción, no es cómplice, ya que delata la finitud e incluso el vacío que nos suscita la existencia: «Y está la luz que descompone el agua, su prisma interpretando un pentagrama silencioso, su bóveda cediendo entre las horas».
Sin embargo, el sujeto poético, a pesar de esa aplastante cronología que lo condiciona, sabe caminar por las horas y es capaz de interpelar al mundo. Así, en el poema «14:50», se dirige a un «vosotros», para que abramos los ojos al sufrimiento: «Abrid el pecho y recibid/ cuanto desmiente lo caduco,/ la carne que conjura la intemperie, el argumento donde el Misterio se desborda». Luque Pinilla apunta a la conmoción como verdadera materialidad de ser humano, siento el dolor o la sublimación a través de los sentidos, una victoria frente a ese tiempo plano e irremediable que mueve el mundo. De tal modo, el yo lírico transita los minutos desde una austeridad y estado emocional que le permiten estar en condiciones de observar la esencia de las cosas: «Cuanto ha de arrebatarme es un árbol que plantaron en mi nombre. Con el tiempo he aprendido a distinguirlo. Se oculta en cualquier sitio y al encontrarlo explico todo el bosque».
Sea como fuere, en Greenwich el reconocimiento de nuestra efímera y frágil condición, no nos impide aproximarnos la Belleza: «Existo/ como existe un descampado en el recuerdo/ o existe una leve tristeza que rasgamos al atavesar la tarde»( «18:20»;). Hay una física indudable hacia la verdad de las cosas, una voluntad intrínseca en el sujeto lírico, desplegar ese mapa en que se conjugan la palabra y el tiempo: «Un solo mapa desplegado/ hasta llegar la noche,/ un único trayecto/ que a tientas reconoces.» («19:35»;).
Con la llegada de la noche, el miedo de la incomunicación, la incertidumbre ante la oscuridad y sus silencios («Vuelve del tedio y la aridez,/ de la reacción y la mentira,/ Desciende hasta su altura/ y escucharás tu nombre»;). En el libro, la noche trae consigo la necesidad del verso alejandrino en la cuenta atrás gestada por Luque Pinilla en los últimos poemas. Frente al horizonte donde el tiempo nos consume, la madrugada podría ser un nuevo comienzo. De hecho, Greenwich contiene una voz esperanzada a pesar de nuestra delicadeza: «Como los pájaros, que logran con su pico rehacer las alas,/ el hombre aspira cada madrugada a protagonizar un nuevo inicio./ Se siente preparado para el siguiente vuelo».
Si hay un triunfo es este periplo geofísico y estético es el descubrimiento de una vivencia terrenal desde el tiempo y para el tiempo, más allá de la herida o de los límites de la materialidad. Con ello el poeta confía en el poder universal de la palabra: «Cuanto es depende de una forma/que en nuestras manos guardan para seguir viviendo./ Existe/ como cifra de lo eterno» («23:05»;). La llegada de la medianoche, la comprensión del mundo. En Greenwich el tiempo y el espacio solo existen porque hay alguien que vive en ellos y los nombra.
20/abr/2022 - RESEÑA DE ADIANTE GALICIA. POR RAFAEL LEMA
Rafael Lema ha hecho una reseña detallada y precisa, basada en la vivencia, la interiorización de la experiencia que proponen los versos y el análisis literario del libro. En la extensión de una crítica ha desentrañado las claves ―que lo son de todo libro― de manera excelente. A saber: el contexto, el tema, la estructura externa e interna y un broche final que para mí, en este caso, es una delicia. Con él os dejo. No puedo agradecérselo más:
«Importa el camino, la poesía, el saber que sigue siendo imprescindible y está presente en la cotidianidad, en los repentinos despertares de sed, en las secuencias que engendran nuestros sueños, en la leve certeza que rasgamos al atravesar la tarde y en el retorno, ese final e inicio, cuando el sol se pone, mas no muere, porque viaja de noche por caminos inextricables y retorna en alba prodigiosa de luz, de descubrimientos, de recuperaciones; porque al final (yendo hacia adelante y mirando arriba) vuelves al lago, al embalse donde nadas a menudo y rememoras al dormirte, "ignorando si fueron primero los ojos que recuerdan o la realidad que encuentra en ellos la carne que la nombre".»
Link en el árbol de enlaces de la bio.
¡Muchas gracias Rafael Lema!
Accede aquí >> https://www.adiantegalicia.es/cultura/2022/04/19/greenwich-el-meridiano-poetico-de-pablo-luque-pinilla.html
También aquí transcrito a continuación:
Greenwich, el meridiano poético de Pablo Luque Pinilla
Por Rafael Lema
Greenwich es un poemario de Pablo Luque Pinilla que ha editado Algaida, y con el que ganó el Premio Literario Kutxa Ciudad de Irún en 2021. Aquí felicito a este certamen que tanto lleva haciendo por la creación, la buena poesía, el descubrimiento de nuevas voces.
En Greenwich el autor hace el recorrido temporal de un solo día con partida y destino en el meridiano cero. 33 poemas componen el libro estructurado en los márgenes de los husos horarios y en la etapa vital de sincronías y diacronías entre el alba y el ocaso.
La evocación y reflexión existencial impregnan los versos, a veces diáfanos, otras de mayor flujo de conciencia personal y detalles biográficos-sensoriales, hasta que llega la calma de la noche y el retorno al abrigo. Con la importancia que entraña poder volver, haber hecho el camino, poseer un hogar, una casa, unos muebles, unas fotos reconocibles.
El caminante en el viaje poético dialoga con otras voces- Dante, Virgilio, Cormac McCarthy, Denise Levertov o los autores bíblicos-, que flanquean y acompañan bien esta completa vuelta a un mundo en un día.
Añade el poeta un código de explicaciones a modo de margen horario en la orilla de los poemas, al final, porque la escritura "es un destilado del bagaje de lecturas que acompañaron a su artífice" y ayudan a lidiar con las horas, el espacio, el mundo, en el afán de supervivencia diaria de la existencia humana. Y para eso nada mejor que la poesía, ese amarre a lo que vamos dejando, al poso de los días, los trabajos y las horas, a la memoria y a los sueños. Esa necesidad del poeta por hablarse y hablar al mundo, porque creamos también para los otros, para entregar nuestro fruto como la avispa se introduce en el higo y lo poliniza muriendo, la bíblica fruta que quizás fue el árbol prohibido del perdido edén.
Pero importa el camino, la poesía, el saber que sigue siendo imprescindible y está presente en la cotidianidad, en los repentinos despertares de sed, en las secuencias que engendran nuestros sueños, en la leve certeza que rasgamos al atravesar la tarde y en el retorno, ese final e inicio, cuando el sol se pone, mas no muere, porque viaja de noche por caminos inextricables y retorna en alba prodigiosa de luz, de descubrimientos, de recuperaciones; porque al final (yendo hacia adelante y mirando arriba) vuelves al lago, al embalse donde nadas a menudo y rememorar al dormirte, "ignorando si fueron primero los ojos que recuerdan o la realidad que encuentra en ellos la carne que la nombre".
23/mar/2022 - "GREENWICH: UN VIVIR DE ALTURA EN LO MÁS BAJO"
Daniel Mocher ha hecho una reseña intertextual muy detenida. Sé por experiencia la cantidad de trabajo que requiere una recensión así. Añado, además, que son las que más me gustan y las que suelen resultar más certeras, porque suponen narrar la convivivencia con el libro, interiorizar y respirar su propuesta. En este caso, además, se ha dado con tantas claves y tan acertadas que no sé muy bien qué parte me gusta más. Es una tela de araña muy bien tejida sobre el contenido de "Greenwich" ( Algaida).
No creo merecer tanta dedicación, rotundamente lo digo, pero reconozco que las palabras así leídas casi no me parecen propias. Si el escritor las ha entendido necesarias, como yo las veía al escribirlas, yo lo acato. Quizás pueda deberse a que hablan de una verdad que nos es mía, que nos compete a todos. Por suerte, quien gana aquí es quien lee algo que está más allá del libro, que no le pertenece, y mucho menos a su autor. Y esto, por muy habitual que pudiera ser, no deja de conmoverme mucho. Siendo como soy un poeta muy apegado al lenguaje --porque sinceramente lo disfruto-- aprecio y valoro sus posibilidades como surtidor de belleza y sentido, y tengo claro que si este último no gobierna la obra hasta hacerla útil para los demás, nos afanamos en vano.
También aquí transcrito a continuación:
Un vivir de altura en lo más bajo
Por Daniel Mocher / marzo 23, 2022
Supongamos que en el centro del poeta se encuentra el meridiano de Greenwich, que todas las horas cobran sentido cuando son relacionadas con los latidos de un corazón atento. El huso horario es aquí un abanico de instantes desplegados que van más allá del tiempo, dándole un sentido más profundo al excederlo. Lo trascendente se manifiesta con vigor inusitado en los reveses cotidianos, en lo que se repite hasta la saciedad se esconde la oportunidad de vislumbrar «el decisivo momento en que todo acontece a través de lo efímero». Es necesario «el desafío de la escucha», el riesgo de entregarse a lo extraño y a los otros como quien busca comprenderse en lo desconocido, que es la parte del alma que tenemos más cerca del misterio: «y entiendes que cuanto amas signo es y no te pertenece».
Las grandes ciudades, al primer trato, son escenarios desabridos; nidos de incomunicación y soledades. Aquí nos sobrecogen sus circunvalaciones, los fúnebres edificios de oficinas, hay un ambiente viciado y denso que huele a gasolina, a oportunidades desperdiciadas, «y cunde un hábito de larva que nos gobierna en la rutina». Urge encontrar algo que nos abrigue, «advirtiendo los signos que purgan tus heridas para mostrarte el fecundo valor de la tristeza», y sabe bien Pablo Luque Pinilla que «La belleza se ofrece en los despojos para invitarnos a extender la mano» y que «somos la desnudez que fortalece nuestra espera acusando la fiebre de ser signo».
El poeta encuentra en todo una señal de lo infinito, una huella de Dios, algo indecible que nos impele a pronunciarlo para mejor decirnos, busca «una senda donde rastrear lo inaccesible y sopesar los signos que la memoria guarde y agradezca». Sus asideros son humildes, frágiles, tiemblan como una pequeña flor en medio de la tormenta y por eso son los más hermosos, los indestructibles: la fe, el amor hacia los suyos; su íntima, casi carnal, relación con las palabras, el pan ácimo de la cultura, la Gran Belleza, el ejercicio de la memoria y el lujo de la ensoñación. Adivinamos un compromiso ético, una forma de vida impregnada de humanismo cristiano, de búsqueda y espera agradecidas. Pese a que lo asedie «el estupor de los errores y su redoble sin sentido» el poeta existe «para desmentir la carne de la desmemoria y la razón del desaliento».
Este poemario, publicado por la editorial Algaida, que ganó los 44º Premios Literarios Kutxa Ciudad de Irún, es una obra madura, sólida, necesaria, escrita con una voz personal sentida, meditada y sincera, que trata los grandes temas de siempre con un tono esclarecido que no desdeña el léxico posmoderno. Es de agradecer que en las horas más oscuras haya quien sepa encontrar, y comparta, unos segundos siquiera que nos rediman y den sustento, un vivir de altura en lo más bajo, «como los pájaros, que logran con su pico rehacer las alas» sus versos precisos y elegantes nos invitan a aspirar «cada madrugada a protagonizar un nuevo inicio».